jueves, 12 de abril de 2012

LA CASA DE LOS MIL ESPEJOS


Hace tiempo, andaba yo perdida y una buena amiga, que bien sabía lo que necesitaba, me dedicó un cuento que ella conocía...

LA CASA DE LOS MIL ESPEJOS

La casa de los Mil Espejos es una pequeña historia entrañable, que dice, al que lo necesita, de todo un poco.

Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada.

Cierto día, un perrito buscando refugio del sol logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa. El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera. Al terminar de subir las escaleras se topó con una puerta semi-abierta; lentamente se metió en el cuarto. Para su sorpresa, se dio cuenta que dentro de ese cuarto había 1000 perritos más, observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos. El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Los 1000 perritos hicieron lo mismo.
Después sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos. ¡El perrito se quedó sorprendido al ver que los 1000 perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él! Cuando salió del cuarto, se quedó pensando para sí mismo: "¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir más a menudo a visitarlo!"
Tiempo después, otro perrito callejero entró al mismo sitio y se encontró entrando al mismo cuarto. Pero a diferencia del primero, este perrito al ver a los otros 1000 perritos del cuarto se sintió amenazado ya que lo estaban viendo de una manera agresiva. Posteriormente empezó a gruñir; obviamente vio cómo los 1000 perritos le gruñían a él. Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros 1000 perritos le ladraron también. Cuando este perrito salió del cuarto pensó: "¡Qué lugar tan horrible es éste! ¡Nunca más volveré a entrar allí!"
En el frente de dicha casa se encontraba colgado un viejo letrero que decía:


                                                          "La casa de los 1000 espejos".

y mi amiga añadió:

             "TODOS LOS ROSTROS DEL MUNDO SON ESPEJOS PARA TÍ"

 
Al principio me sentí inquieta con este cuento, porque me sabía incómoda y me percaté de que esto era percibido por el resto del mundo que me rodeaba sin yo poder controlarlo ni poder poner fin a esta situación.

Qué suerte cuando poco después supe que tenía en mis manos un tesoro. No me hacía falta llevar un espejo para saber qué cara tenía. El reflejo en el rostro de los demás se convirtió en una alerta constante que me ayudó a cambiar, porque veía en cada instante si me gustaba o no mi expresión, que no era más que el reflejo de mi alma. Poco a poco y con paciencia, aprendí a cambiar mi sentir, que cambió mi expresión y la de los mios.

Gracias Amiga mía por permitirme estar a tu lado y esperarme.

Las cosas más bellas del mundo no se ven sólo con los ojos, ni se tocan sólo con las manos, “se sienten”.

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